La pasión, el canto de la hinchada y el colorido son algunos de los valores principales de la fiesta futbolística que constituye un clásico entre Boca y River. Con pocos jugadores de alto nivel dentro del campo y un bajo rendimiento colectivo de ambos equipos en los partidos precedentes, la fiesta es aquello que probablemente hayan ido a buscar los cientos de turistas que compraron paquetes por varios cientos de dólares para ver el partido. Seguramente, el nivel futbolístico no sea de esos que llenan los ojos, pero qué importa eso, si la fiesta está garantizada.
La intensa lluvia que cayó desde la mañana del domingo sobre Buenos Aires (26 mm.) conspiró contra el calor y el color del clásico de ayer. En el fútbol, la presencia del agua se asocia a valores casi opuestos a la fiesta popular y así todo queda un poco deslucido. Ni que hablar de lo que se ve sobre el césped, con una pelota que apenas puede rodar Pero pese a la lluvia y el campo anegado, el clásico se jugó igual. La dificultad que tenían los jugadores para dominar la pelota en el medio de los charcos de La Bombonera mostraba lo difícil que era jugar allí. El balón que se frenaba en el agua y la fricción continua fueron las imágenes de los 9 minutos que se jugaron ayer antes de la suspensión. Un débil tiro de Gatián y una dura patada de Juan Manuel Díaz fueron lo único para destacar de un partido que ni siquiera debió haber comenzado.
Baldassi había inspeccionado el estado del césped dos horas antes de las 15. "Todo ok", le dijo a los periodistas, pese a la intensa lluvia y las líneas que ni siquiera se veían. A los 9 minutos, luego de que Riquelme se fastidiara por una pelota que se detuvo en un charco de agua, el árbitro movió los brazos sobre su cabeza anunciando el “no va más”. Por primera vez en 79 de fútbol profesional en la Argentina, un clásico entre Boca y River no finaliza por mal tiempo.
El hecho repetido (por tercera vez se suspendió un partido en el presente torneo) no debe dejar de llamar la atención sobre la pobre organización del fútbol argentino. Poco se debe haber pensado en los miles de hinchas que caminaron por las calles inundadas de La Boca para llegar al estadio. Poco se deben haber tenido en cuenta los informes del servicio meteorológico que desde horas antes anunciaban que llovería en continuado durante todo el día. Pero el show debía empezar para chequear sobre la marcha si era posible jugar al fútbol. No era cuestión de suspender el partido un tiempo antes del comienzo para no molestar a los hinchas. Es la paradoja del fútbol argentino: la pasión de las tribunas se convirtió en su rasgo característico, pero desde la organización se hace todo lo posible para conspirar contra ella. Para seguir demostrando que poco importan los hinchas que van a la cancha, el partido se jugará el jueves por la tarde.
El que sí pudo jugar fue Independiente, que con goles de Mareque y Nuñez se impuso a Rosario Central por 2 a 0 y quedó en la punta del torneo con 23 puntos. Lo sigue a dos puntos Godoy Cruz, quien con la victoria de ayer por 2 a 0 sobre Banfield se mantiene en el segundo lugar. Relegados, la discusión sobre el campeonato pasa muy lejos de los problemas que tienen Boca y River.
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