En detalles se define el drama cotidiano de River en el Torneo Argentino. En el primer tiempo, cuando poco había pasado, Pavone guapeó en el área y un lujo de Caruso puso a los Millonarios en ventaja ante San Lorenzo. En la segunda parte, cuando algunas llegadas claras hacían presagiar el segundo gol, Jonathan Ferrari pateó desde lejos, Carrizo volvió a fallar y un tiro intrascendente se convirtió en el empate. A partir de allí, nervios, pelotas al aire, forcejeos y angustia. Todo eso fue River, que sigue en Promoción a falta de cuatro partidos y, quizás lo más preocupante, no exhibe en la cancha armas contundentes para hacer presagiar un futuro mejor.
El fantasma de la calculadora acecha River desde agosto pasado. Fue allí cuando los números le marcaron su cruel realidad de luchar por permanecer en la Primera División. No fue más que sincerar un pasado reciente de disgustos y lamentos, donde la vieja cultura de equipo que aspira a los primeros puestos quedaba cada vez más cerca de los posters que de lo se veía en el césped. Al fin y al cabo, nada puede sonar injusto en un equipo que de los últimos cinco torneos, en tres deambuló del puesto 13 para atrás, incluso en uno fue último, en otro fue octavo y en el restante fue cuarto. Demasiado poco para el club argentino que cuenta con más torneos locales en sus vitrinas.
Ayer llegó al encuentro con San Lorenzo en zona de Promoción, con la mira más puesta en el foco de San Martín de San Juan, virtual rival en el repechaje para permanecer en Primera, que en el puntero del campeonato, Vélez. Pero en el juego, River no dio muestras fácticas de esa necesidad de asegurarse el triunfo para superar a Tigre en la clasificación y escapar de la zona roja. Más bien se mostró como un equipo tibio, sin ideas, hasta con escaso empuje.
Hasta los 20 minutos, el encuentro dejó en claro por qué ambos equipos están lejos de la punta y actualmente tienen aspiraciones modestas. Un tiro de Lamela fue la primera llegada clara del partido, con buena respuesta de Migliore. Le siguió un interesante ataque de San Lorenzo, que terminó sin riesgos. A los 28 minutos, Pavone se mandó una corejeada en el área y habilitó a Caruso, que de taco marcó el primer gol. Poco había hecho River para irse en ventaja tras la primera parte.
En la segunda mitad, San Lorenzo avanzó en el campo y generó espacios, que River aprovechó con llegadas interesantes de Caruso y Pereira, que no terminaron en la red. Finalmente, a los 28 minutos, pateó Ferrari, falló Carrizo y fue el 1 a 1. Ahí afloró el fantasma más grave que padece River, peor que la posibilidad de descender a la B: sus escasos recursos de juego.
Ni aún con sus urgencias, los Millonarios fueron capaces de crear una situación clara de gol que pudiera darles la victoria. Más bien afloró la figura de Romagnoli, crack de potrero como pocos, que se cargó su equipo al hombro. Del otro lado, hasta el joven la Lamela cayó en el nerviosismo general y cambió los lujos del primer tiempo por patadas de impotencia. Triste destino el del pibe, jugador con destino europeo, caer en este momento de su club, abrumado por necesidades de puntos y de salvadores, capaces de rescatarlo del ostracismo.
Sin fútbol, River dejó escapar una virtual final para enderezar su destino y no fue superior a un equipo que jugaba sin mayores motivaciones. Los Millonarios hace tres que no ganan y de los últimos seis encuentros sólo en uno sumaron de a tres. Poco para un equipo necesitado de puntos como el agua. Ahora viajará a Bahía Blanca, a enfrentar a un rival directo por la permanencia. Si sobresalen los nervios y los pelotazos largos, poco habrá para festejar. Aunque quizás lo salve algún detalle.
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