El momento del ascenso los encontró en un tren, como un síntoma más de la loca temporada que transitan. El domingo pasado, de vuelta de Terragona tras su derrota por 3 a 1, los futbolistas del Betis siguieron el encuentro del Alcorcón frente al Granada, a la espera de un resultado favorable. La derrota del Granada por 2 a 0 significó el ascenso para el Betis, que retorna a la Primera División española tras dos temporadas. Luego, a todo el plantel lo esperaba un autobús descapotable y una gran fiesta en el estadio Benito Villamarín.
Atrás habían quedado 12 largos meses, donde el club tuvo tres presidentes, una intervención judicial, un concurso de acreedores, denuncias por sueldos impagos a jugadores, el retiro del defensor Miki Roqué por un tumor maligno y la muerte de Juan Manuel Gómez Porrúa, el administrador judicial. Demasiado para una temporada, que pese a todo tuvo un final feliz.
Más allá de los imponderables, el Betis oficia de buena muestra deportiva de los cambios económicos y sociales que vive la sociedad española desde 2008, puesta hoy en los primeros planos a partir del acampe masivo de miles de jóvenes en la Puerta del Sol de Madrid y en otras ciudades españolas. Acosado por las deudas, el club sevillano decidió a fines de 2010 entrar en un concurso de acreedores y postergar así la mayoría de las deudas que el club mantenía con futbolistas, otros equipos y, principalmente, el Ministerio de Hacienda.
En enero, la justicia española aceptó el concurso de acreedores, intervino las acciones de Manuel Ruiz de Lopera en el club, que alcanzaban el 51% y habían sido vendidas al grupo Bitton Sport, y nombró tres administradores judiciales para hacerse cargo del manejo insttitucional. En total, se calcula que el Betis tiene un rojo de 75 millones de euros. Mediante el concurso, el equipo puede renegociar sus compromisos y además evita que las empresas a las que se les debe más dinero puedan tomar el control del club.
Además, en diciembre del año pasado, 20 jugadores y ex jugadores de la entidad andaluza exigieron formalmente el cobro a la brevedad de las deudas impagas. En total, el reclamo ascendía a 9,2 millones de euros, de los que más de 8,5 eran en concepto de sueldos.
Pero el 12 de mayo todo cambió. Ese día, el Betis consiguió el décimo primer ascenso de su historia, en este caso cuatro jornadas del final de la temporada. En la campaña pasada, había empatado en puntos con el Levante y el Hércules y perdió su chance por deferencia de gol. Esta vez, ni las finanzas en rojo, ni la crisis institucional pudieron frenar la llegada a la máxima categoría. Una muestra de que no siempre se necesitan de buenas administraciones para alcanzar el éxito.
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