7 días de furia

La semana violenta del fútbol argentino se inició en Rosario. Hinchas de Newell´s protestaron en la sede de Rosario Central por las pocas entradas que recibirían para el clásico del domingo (sólo 3000). Todo terminó con incidentes con la policía y destrozos varios en el lugar. Tras el partido de ayer, hubo más de 4º detenidos. Uno de ellos tenpia un revólver calibre 22.

El segundo capítulo fue el jueves. “Quedate quieto porque te tiro a la rodilla o al pie y no jugás más. Con la camiseta no se jode; ustedes no tendrían que jugar acá” dijo uno de los tres barras que ingresó al campo de entrenamiento de San Martín de Burzaco con un revolver el jueves pasado. Oscar Milano y Rodrigo Bascuñan, jugadores de San Martín, quisieron intervenir para proteger a los chicos de la cuarta que participaban de la práctica. Recibieron a cambio dos trompadas y una pistola sobre la sien. No quieren volver a jugar en el club. El estadio fue inhabilitado hasta el final del torneo por el Coprosede.

El viernes a mañana la violencia se mudó a Morón. A las 8.30, 25 barras ingresaron al vestuario antes de la práctica y amenazaron con cuchillos a los jugadores. Muchos de ellos ya decidieron abandonar el club. El Coprosede clausuró la cancha de Morón y el gallito deberá jugar lo que queda del torneo sin público en la cancha de El Porvenir.

La película de terror terminó el viernes a la noche. Ese día, Fernando Labriola, integrante de la barra brava de Excursionistas, fue asesinado a 80 metros de la cancha del club de sus amores, en Bajo Belgrano. La policía cree que se trató de un enfrentamiento entre miembros de la barra por el manejo de la venta de drogas alrededor del club.

En su libro titulado “El vandalismo en el fútbol”, el sociólogo español Javier Durán González afirma: “Las nuevas formas de violencia que se están detectando se caracterizan por su progresivo alejamiento del terreno de juego; la pérdida progresiva de su significación deportiva; y la aparición de evidentes elementos de racionalidad y planificación”. Mientras cada vez son más los policías en los estadios los días de partido y el Coprosede clausura las canchas como castigo para lo clubes, la violencia del fútbol se aleja de los partidos e invade todos los ámbitos. Sedes sociales, vestuarios, campos de entrenamiento, nada se queda afuera. Mientras las autoridades restringen y los dirigentes aumentan su complicidad, los violentos trabajan toda la semana y aumentan su poder.

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