Ramón Aramayo: muerte, poder e impunidad

“Esto lo creó la policía misma, por puro gusto, como siempre hace. Me dijeron que la policía le pegó, que la policía lo mató”, contó Mabel, la viuda de Ramón Aramayo, la víctima 256 de la historia del fútbol argentino. Pocos minutos habían pasado de la muerte de su marido y los acusados eran los que supuestamente debían protegerlo. Imágenes de policías llevándoselo con vida hacia un portón, fotos de su cuerpo tendido en el piso rodeado de efectivos, eso es lo que queda de las última horas del fallecido. Aramayo, 36 años, dos hijos, empleado de Correo e hincha de San Lorenzo nunca más irá a la cancha.

No importa ya si guardaba un porro en el bolsillo, si ya lo había consumido o si se negó a ser cacheado. La Policía Federal, sabedora de sus responsabilidades, se dedicó inicialmente a echarle la culpa al fallecido, como hace cada vez que entra en excesos fatales. Lamentablemente, la muerte de Aramayo no fue un episodio aislado en la tarde de Liniers donde se enfrentaban Vélez y San Lorenzo, sino que fue parte de una fallida acción policial que, por acción u omisión, no hizo más que fomentar el encuentro entre las hinchadas rivales y la violencia que derivaría de aquello.

Gustavo Grabia explicó en Olé algunas de las internas que se cuecen entre el flamante Ministerio de Seguridad, a cargo de Nilda Garré, y la Policía Federal. Antes del partido, Garré iba a anunciar que cambiaría a 48 de los 53 comisarios y subcomisarios de la Federal de sus jurisdicciones. Poco antes, había relevado al Comisario Mayor Hugo Lompizano, el hombre del que dependían todas las comisarías de Buenos Aires. También había nombrado Juan Carlos Blanco como jefe de la nueva Unidad de Coordinación para la Prevención de la Violencia en los Espectáculos Futbolísticos (Ucpevef), que no tenía buena relación con la Federal y quien propuso jugar el partido fatal con público visitante. La Policía no estaba a gusto con las decisiones de la nueva ministra.

Quizás como respuesta a este avance civil sobre las fuerzas de seguridad, la Comisaría 44, responsable de la seguridad en Vélez, no colocó ningún control policial como hace habitualmente sobre la calle Fragueiro, lugar fértil para que los velezanos atacaran a los del ciclón. El encuentro entre hinchadas sucedió y la violencia se hizo presente en las calles, en el estadio y en las pantallas de televisión.

Casualmente o no, en este espacio ya mencionamos el texto de Mariana Galvani y Javier Palma titulado “La hinchada uniforme”, justo cuando el joven Rubén Carballo agonizaba luego de un recital de Viejas Locas en el estadio de Vélez. Carballo moriría el 8 de diciembre de 2009. Inicialmente, la Comisaría 44, a cargo de la custodia del recital y la misma que se ocupaba del operativo de Vélez - San Lorenzo, dijo que Carballo no había sido golpeado sino que cayó de un muro de 7 metros cuando intentaba entrar al recital sin pagar, algo que sería desmentido por la familia ya que el joven apareció desvanecido 14 horas después del show, debajo de un puente, a cinco cuadras de la cancha. Tenía la entrada sin cortar y su ropa estaba manchada con la pintura azul de los carros hidrantes.

En su estudio sobre los efectivos policiales, Galvani y Palma afirman que la policía se presenta en los espectáculos deportivos como un actor que debe conservar el orden. Su papel se fue haciendo más preponderante a medida que los grupos violentos que actuaban en el fútbol comenzaron a generar mayores incidentes. Así, la policía dejó de ser considerada como lo que es (la presencia del Estado en la calle) y comenzó a ser interpelada como una hinchada más por muchos de los concurrían a los estadios. Cuando comienzan a ser vista como una hinchada, las fuerzas del orden abandonan su perfil institucional y empiezan a verse como una corporación que adquiere características similares a aquellos grupos que dicen enfrentar. La policía también se descontrola a la hora de combatir, poniendo en primer plano el alcance del orden por sobre las formas de conseguirlo y así es como aparece la muerte. Poco antes de morir, Aramayo fue golpeado por tres efectivos. Ninguno de ellos está detenido. Sólo fueron separados de la fuerza.

Como el negocio de la droga, el juego y la prostitución, la caja del fútbol es hoy un botín que la policía busca conservar. A más incidentes, más efectivos necesarios en los estadios y más dinero para repartir. Este es un fenómeno del siglo XXI en Argentina: la violencia como negocio de algunos de los actores del mundo futbolístico. A la vez, dado el poder que tiene la Policía, su importancia creciente en la custodia en el mundo deportivo, el fútbol se convirtió en un espacio donde dirimir disputas de poderes mayores. Mientras tanto, los muertos los ponen los hinchas.


Aquí el video con la detención de Ramón Aramayo (Fuente: Diario Olé):


1 comentario:

  1. Sigo sosteniendo que en Argentina es muy grave que un gol de Riquelme después de mucho tiempo parece tapar una nueva muerte como producto de un hecho violento.

    Saludos
    Santiago

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