En medio de los boxes multitudinarios, el festival de marcas, los coches último modelo y las promotoras vestidas para promocionar sus productos, no parece haber mucho lugar para escuchar demandas por la ampliación de los derechos civiles. Pero hasta el sitio menos pensado puede ser espacio para reclamar lo que se merece. La primera fecha del Campeonato Mundial de Fórmula 1, que se disputaría en Bahrein el 13 de marzo, fue suspendida esta semana debido a las protestas que tienen lugar en el país desde el 14 de febrero pasado. Por primera vez en la historia de la Fórmula 1, que se inició el 13 de mayo de 1950, un gran premio fue suspendido por razones políticas.
Hace 9 días, los manifestantes habían ganado las calles y formado un campamento permanente en la Plaza de la Perla, en el centro de la capital Manama, pero luego un imponente despliegue policial, con cañones de agua, gases lacrimógenos y bastones atacó a los cientos de hombres, mujeres y niños que se encontraban durmiendo en la plaza. El resultado del ataque fueron seis muertos y 231 heridos. Tras unos días de calma, las protestas retornaron a las calles del país, ubicado sobre el Golfo Pérsico, que cuenta con 750 mil habitantes.
Desde un comienzo el Gran Premio de Fórmula 1 aparecía mencionado en las protestas. La carrera llegada al país en 2004, en medio de un fastuoso despliegue, se había convertido en el fetiche de la familia real y su suspensión sería una muestra de debilidad para el poder político. Existía el temor de que los manifestantes utilizaran a la F-1 como vidriera de sus reclamos, que ya habían obligado a cancelar el último fin de semana la carrera de las Series GP2 de Asia. Para muchos de los manifestantes, el rey Salman Ben Hamad Al Jalifa sólo se ofreció hablar con la oposición luego de que se puso en duda la celebración del evento. Sin embargo, la oposición se negó al diálogo, las protestas continuaron y la carrera igual se suspendió.
Estos días, Bahrein vio de nuevo las protestas en las calles tras dos décadas de calma. Hace 20 años, la mayoría chií (casi el 70 % de la población), se levantó contra el gobierno sunita. En ese entonces, esa etnia reclamaba que el Estado favorecía a los suníes en los servicios y empleos públicos, además de su marginación económica y de la falta de libertades políticas. En Bahrein se da un proceso similar al de otros países como ocurría en el apartheid sudafricano, donde una minoría rica tiene el poder en sus manos y margina a una mayoría pobre.
Llegado al poder tras la muerte de su padre en 1999, Hamad bin Isa al Khalifa ofreció un programa de reconciliación nacional para cerrar la brecha que habían abierto las protestas chiíes de unos años antes. Desde hace una década, Bahrein es una monarquía constitucional, con una Carta Nacional, un Parlamento y un Consejo Consultivo.
Sin embargo, la democracia que se lee en los papeles no es tal en los hechos. A más de una década de las reformas, el parlamento sigue siendo un organismo consultivo, sin poder real, el Consejo se limita a controlar al Ejecutivo y la corrupción es general. En Bahrein, la tortura de disidentes políticos es rutinaria y los partidos políticos no están autorizados. El tío del rey Hamad, el jeque Khalifa bin Salman al-Khalifa, lleva 40 años como primer ministro y su destitución es el eje de las protestas. La diferencia con las marchas de hace dos décadas es que este vez, aunque los chiíes lideran las protestas, hay indicios de que un creciente número de suníes las apoya.
Ayer, el gobierno liberó a un grupo de presos políticos tras los reclamos populares. Hoy, los tanques ya no están en las calles pero sí los ciudadanos, que en los últimos días realizaron marchas que convocaron a cerca de 100 personas. La huelga general continúa y la Plaza de la Perla permanece ocupada.
El 23 de febrero de 1958, el argentino Juan Manuel Fangio, que ya había conseguido sus cinco títulos mundiales, fue secuestrado por un comando del "Movimiento 26 de julio" para evitar su participación en el Gran Premio de Cuba de Fórmula 1. Durante dos días estuvo retenido en un piso en El Vedado, un barrio residencial de La Habana, y cuando finalizó la carrera fue liberado en la Embajada Argentina. Esa había sido hasta ahora la interferencia más notoria de los asuntos políticos en la vida de la Fórmula 1 en más de 60 años. La historia esta en Bahrein volvió a repetirse.
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