En los días cercanos a fin de año, las reseñas deportivas mostraron en primer plano a los futbolistas festejando sus victorias, los goles más trascendentes y las curiosidades del fútbol mundial, esas que nos arrancaron una sonrisa antes de levantar la copa para brindar. Sin embargo, en la Argentina, el 2010 fue otro año donde la violencia de los hinchas formó parte integral del fútbol local y sus protagonistas, generalmente barrabravas, ocuparon grandes espacios en los medios masivos, como una muestra más de su poder que se acrecienta día a día.
El 2010 se despidió con 10 muertos vinculados al fútbol argentino, que ya forman parte de la lista de 253 personas fallecidas en relación a este deporte desde 1924. Del total de víctimas, 7 (el 70 %) se produjeron tras enfrentamientos entre miembros de la misma hinchada. Son los casos de Walter Gastón Cáceres (14 años, hincha de Newell´s); José Mendoza, alias "El Came Ríos" (de Colón); Daniel Guzmán (de Olimpo de Bahía Blanca); Juan Alberto Bustos (de Newell´s); Gonzalo Galarza (de Defensa y Justicia) y Jonathan Waldemeier (de River). A ellos se les suma el sargento Sergio Horacio Rodríguez, que quedó en medio de un enfrentamiento a tiros entre hinchas de Estudiantes de La Plata.
La existencia de un viaje al Mundial institucionalizado, bajo la figura de la ONG Hinchadas Unidas Argentinas, actuó como anzuelo para que las barras bravas argentinas dirimieran mediante golpes y disparos quién se quedaría con el boleto para viajar Sudáfrica. 6 de las 10 muertes tuvieron lugar antes de la Copa del Mundo, a las que podemos sumar la del hincha de River Waldemeier, herido el 24 de mayo tras una pelea entre distintas fracciones de la barra brava millonaria antes del partido amistoso entre Argentina y Canadá. Tras meses de agonía, el joven de 24 años falleció el 13 de diciembre pasado.
Semejante proceso de disputa por un lugar en el Mundial culminó con la muerte del hincha de Boca Luis Arturo Forlenza, tras el partido entre Argentina y Alemania por los cuartos de final del Mundial, jugado en Ciudad del Cabo. Forlenza falleció luego de un confuso episodio con hinchas de Independiente. Mientras tanto, antes y durante la Copa del Mundo, los barras compartieron el avión con el plantel argentino, se pasearon por Pretoria, donde concentraba el equipo de Maradona, apretaron a dirigentes en busca de entradas, que consiguieron desde las altas esferas, y transmitieron su show por los medios de comunicación.
Tras el Mundial, mermaron las víctimas fatales pero no los incidentes violentos. Como ya dimos cuenta en este espacio, las barras argentinas transitan por muchos clubes con un poder casi absoluto para poner y sacar entrenadores y jugadores, para ingresar a reuniones de comisión directiva y para visitar entrenamientos y vestuarios. Deportivo Español, San Miguel, El Porvenir, Nueva Chicago, Los Andes, Sacachispas, Laferrere, Huracán, San Lorenzo, Tristán Suárez, Racing y Vélez fueron algunos de los clubes que en los últimos meses sufrieron el accionar violento de los barrabravas.
El poder futbolístico no estuvo ajeno a este proceso, aunque esta vez, lejos de actuar en las sombras, en muchos casos asomó la cabeza para reconocer su connivencia y su fomento de los violentos. El presidente de la AFA, Julio Grondona, reconoció en abril ante diputados nacionales en un asado de camaradería que todos los dirigentes les daban entradas a los hinchas. Para no ser menos que sus pares, el propio Grondona y otros dirigentes se reunieron con un grupo de barras en la sede de la Asociación del Fútbol Argentino el 31 de agosto. Rubén Pérez, titular del Coprosede, organismo que supuestamente lucha contra la violencia en el fútbol en la Provincia de Buenos Aires, fue procesado recientemente por de “encubrimiento agravado” por su condición de funcionario público, por favorecer el accionar violento de barras de Estudiantes que fueron a agredir a sus pares durante un partido en 2009. Pérez será juzgado en un juicio oral y público, pero increíblemente permanece en su cargo.
La clase política y la sindical no fueron menos y, como ocurre desde hace más de 30 años, siguieron tomando a los barrabravas como soldados dispuestos a actuar como fuerza de choque ante eventuales enfrentamientos directos. Por la muerte del militante Mariano Ferreyra, asesinado en una manifestación de trabajadores ferroviarios, permanecen detenidos Cristian Favale, barrabrava de Defensa y Justicia, y Gabriel “Payaso” Sánchez, barrabrava de Racing. Recientemente, en los enfrentamientos en el Parque Indoamericano de Buenos Aires, Julio Capella, barrabrava de Huracán, fue visto con un arma agrediendo a los ocupantes, junto a barras de Deportivo Español y Nueva Chicago. Los incidentes culminaron con al menos tres muertos.
La lista de víctima fatales del fútbol en 2010 se completa con Maximiliano Goñi, muerto tras un enfrentamiento entre hinchas de Racing y Gimnasia (LP), y Jorge Britos, fallecido tras caer de un árbol mientras miraba un partido entre Deportivo Merlo e Instituto de Córdoba. Todo no es más que una historia de tragedias y muertes que se repiten cada año, con distintos nombres y lugares, pero con el fomento, la complicidad y la impunidad del poder como denominador común. Dentro de 12 meses, ojalá podemos escribir otra historia.
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