Sudáfrica mía

El sábado 15 de mayo de 2004 fue el comienzo de esta historia. Aquel día, Joseph Blatter, el presidente la FIFA, anunció que Sudáfrica sería la sede del Mundial de fútbol de 2010. Los sudafricanos se habían postulado como anfitriones para 2006, pero Alemania los había derrotado por apenas un voto. A último momento, el neozelandés Charlie Dempsey desobedeció la instrucción de la Confederación de Oceanía para votar por Sudáfrica y su abstención llevó el campeonato a tierras germanas. Pero Blatter debía retribuir los votos africanos que le habían permitido acceder a la presidencia de la FIFA en 1998, por lo que, en el marco del sistema de rotación continental instaurado por la FIFA, en 2010 sería el continente negro quien albergue la copa. La nueva medida aseguraba virtualmente el triunfo de la patria de Nelson Mandela, el país más desarrollado del continente, que se impuso a Marruecos, Egipto, Túnez y Libia. Tras ser sede del Mundial de rugby en 1995, de la Copa Mundial de cricket en 2002, en pocos días el torneo de fútbol más importante del mundo tendrá lugar en suelo sudafricano.

El Mundial de fútbol, con sus millones y sus súperestrellas, llegará a un país de 50 millones de habitantes, donde la mitad de ellos es pobre y un quinto vive con menos de dos dólares diarios. Un cuarto de la población no tiene trabajo y un 12 % de los habitantes tiene SIDA (en el caso de las prostitutas, la cifra supera el 45 %).La esperanza de vida es de 49 años. Suman 18 mil los asesinatos cada año y 55 mil las violaciones. A ese lugar llega la multinacional FIFA. Por primera vez en la historia, el fútbol súperprofesional verá un poco más de cerca el sitio de donde provienen muchos de los engranajes (los jugadores) que dan movimiento al espectáculo.

Para el Mundial se han vaciado los espacios públicos de las ciudades de prostitutas, mendigos y niños de la calle. Todos ellos son invitados a retirarse de la vía pública y enviados a refugios alejados. El gobierno de Jacob Zuma, el actual presidente sudafricano, invirtió más de 600 millones de dólares en reforzar la seguridad. La estrategia consiste en llenar las calles con los 188.000 efectivos más unos 300 agentes privados. Sudáfrica es uno de los países con más hombres de seguridad por habitante, similar en promedio a Canadá y Estados Unidos.

Si el Mundial es un éxito, le permitirá a Sudáfrica obtener una legitimidad y reconocimiento que sería muy difícil ganar de otra forma. A la vez, se reafirmaría el poderío del país en la zona, con un Producto Bruto Interno que representa el 25% del total del continente. El Mundial traerá promoción internacional, beneficios económicos, políticos y sociales. Sin embargo, la carrera por llegar a tiempo con las obras de infraestructura no resultó sencilla. Recién el 26 de marzo pasado, a 76 días del inicio del torneo, la organización anunció que todos los estadios estaban terminados. Todavía hoy se ven máquinas arreglando calles y autopistas.

Pero pese a las dificultades, parece un milagro que la Copa del Mundo llegue hasta un país como Sudáfrica, que hasta hace no mucho tiempo estuvo al borde de la guerra civil. En 20 años, pasó del Apartheid a ser una democracia estable. El sistema de segregación racial vigente entre 1948 y 1990 le costó al país la suspensión del movimiento olímpico en 1964 y la expulsión seis años después. Las primeras elecciones libres fueron en 1994. Allí, Nelson Mandela se llevó la victoria y logró unificar a negros y blancos. Durante su presidencia, impulsó la economía a través del Programa de Reconstrucción y Desarrollo para luchar contra las desigualdades sociales y raciales y redactó una nueva constitución ratificada por el Parlamento en 1996. Los nuevos discriminados son los 10 millones de inmigrantes africanos, casi todos ilegales, que llegaron en los últimos tiempos buscando trabajo. Se calcula que para la Copa se crearán 130 mil empleos. Para muchos, el Mundial de fútbol es la noticia más importante para Sudáfrica desde el fin del Apartheid.

La inversión total rondará los 2000 millones de dólares. Se esperaban inicialmente a 450 mil turistas durante el mes de competencia, pero ahora se calcula que llegará poco más de la mitad. La embajada argentina estima que entre 4000 y 5000 compatriotas viajarán para alentar a la selección. Pese al trato amable y servicial de los sudafricanos, es evidente que el sitio donde se desarrolla el campeonato hace que menos fanáticos se trasladen allí para verlo. Ciertos factores coyunturales como la crisis económica mundial que avanzó sobre Estados Unidos en 2008 y ahora lo hace sobre Europa, de donde provienen la mayor cantidad de espectadores, conspiran contra los traslados. El invierno y sus bajas temperaturas tampoco estimulan a las viajantes, en lo que será la primera copa que se dispute bajo temporada invernal desde Argentina ´78.

Pero pese a las estadísticas frías y la realidad más dura, esta aldea global muestra sitios tan disímiles como Alemania y Sudáfrica, capaces de albergar el Mundial de fútbol. Tendrá más desigualdad, menos comodidades, mayores niveles de violencia, pero Sudáfrica también forma parte del mapa y es interesante que el espectáculo futbolístico se bañe cada tanto en aguas humildes, aunque sea bajo su lógica de millones, favores y negocios. Al fin y al cabo, pocas cosas son tan universales como el fútbol y pocas tan lindas como el Mundial.

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