"Menotti en una entrevista de estos días en As replicaba a tanto espíritu festivo afirmando que el escenario de Sudáfrica era un arma de doble filo. Por un lado colorido y bailón, pero cuyos estadios carecen de pedigrí mítico. Él lo dijo para enmarcar, claro: ´¿llevaríamos la Filarmónica de Berlín al altiplano boliviano? Pues no´.
Se refería a la música, ese silencio del público cuando se aprecia una jugada bien trenzada, esa observación del espectáculo creativo por encima incluso del gol, que es sólo la meta, no la razón del juego. Por lo que llevamos visto, la música del Mundial no va a ser la guitarra bien templada ni tan siquiera el contundente violonchelo. Va a ser la vuvuzela de plástico, que es algo así como si te zumban treinta mil moscones en la oreja durante 90 minutos. A ratos añoras el horrendo bombo de Manolo como si fuera Yehudi Menuhin. Tendríamos que aclarar si los zulús inventaron la cosa como arma defensiva o como arma festiva. Por el momento quedemos a la espera de jugadores rompevuvuzelas, aquellos que impongan el silencio con la genialidad, el recuerdo imborrable más allá del triunfo, o a ser posible junto a él. Y sobre todo, que no ganen los que juegan a no perder, los equipos rácanos, los rompeguitarras."
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