Haití y el Mundial 2010

A comienzos de junio, el estadio Sylvio Cator de Puerto Príncipe ya no se presentaba como un campamento de refugiados con viviendas precarias. El campo de juego estaba despejado, sólo ocupado por un satélite y una pantalla gigante. Durante el Mundial, las tribunas se poblaron de fanáticos para ver los partidos por televisión a cambio de 25 centavos de dólar. El dinero recaudado será destinado por la Federación Haitiana de Fútbol para ayudar a las familias de los futbolistas muertos en el terremoto del 12 de enero pasado. En Haití, la tragedia, que dejó 230.000 muertos, no apagó la pasión de su pueblo por el fútbol.

En todo el país aún persisten más de 1.200 campamentos, donde viven muchos de los 1.200.000 millones de personas que perdieron su vivienda en el terremoto. Poco después del desastre, la ONG FilmAid, bajo el auspicio de las Naciones Unidas, comenzó un proyecto para colocar pantallas de televisión en 16 campamentos de Puerto Príncipe y en 5 de otras provincias. Así, primero se emitieron películas y videos musicales y luego una telenovela, hecha en Haití luego del terremoto.

Pero todo iba a complicarse si las pantallas no emitían los partidos del Mundial. Evans Lescouflair, ministro de Juventud, Deporte y Acción Cívica, había declarado a la agencia EFE en marzo durante el Foro Global de Deportes en Barcelona: “La gente sale a la calle y nos dice que no podemos olvidarnos de los televisores para ver la Copa del Mundo”. Advertido, el Gobierno Nacional repartió en 137 municipalidades dos pantallas gigantes y un generador con cada una de ellas para asegurar que los fanáticos pudieran ver los partidos. Además, se destinaron fondos especiales a la televisión nacional para establecer estaciones que tomen la señal a lo largo del país.

Sin embargo, la fiebre mundialista de los haitianos no se limitó a los televisores instalados en los campamentos y en los estadios. En las zonas menos castigadas por el terremoto, los bares invitaban a ver los partidos a precios prohibitivos para los más humildes. En los días previos al Mundial, se vendieron más de mil teléfonos celulares capaces de tomar las señales de los partidos, que podían ser devueltos luego de la Copa del Mundo. Para los pocos que disponían de televisión en su casa, era difícil predecir si al momento de los partidos tendrían energía eléctrica.

La mayoría de los fanáticos elogió a Brasil como se equipo favorito para ganar el Mundial. El vínculo más fuerte entre los haitianos y el fútbol brasileño se remonta a 2004, cuando tras la salida del presidente Jean – Bertrand Aristide, diplomáticos enviados por el presidente Lula encabezaron una misión de paz e incluso el Scratch, con muchas de sus estrellas, disputó un partido ante la selección local en Puerto Príncipe. Todavía hoy una placa en el Estadio Nacional recuerda el llamado “Juego por la Paz”, donde Brasil ganó 6 a 0 con tres goles de Ronaldinho, uno de ellos tras dejar atrás a medio equipo haitiano. Inmediatamente después del terremoto, la FIFA ya donó tres millones de dólares para la reconstrucción del país y anunció que el 2 % de lo recaudado en los amistosos previos al Mundial serían destinados a la reconstrucción de Haití. La Federación Haitiana de Fútbol, que envió una delegación de tres personas a Sudáfrica, informó que cerca de 100 fanáticos compraron entradas para ver los partidos en directo.

En el terremoto de enero fallecieron 32 miembros de la Federación de Fútbol, entre ellos el técnico de la selección sub-17, Jean-Yves Labaze. Además, murieron otros 17 atletas y una docena de dirigentes. El 80 % de las instalaciones deportivas fueron destruidas. En estos días, el deporte se integra algunos de los planes de reconstrucción llevados a cabo por el gobierno. Cada día, cerca de 1.000 chicos parten de los campamentos hasta un centro de capacitación en las afueras de Puerto Príncipe para participar de actividades deportivas.

En los campos de desplazados, en las pantallas gigantes de los estadios y en los bares, los haitianos siguieron los partidos del Mundial, quizás soñando con que su equipo nacional vuelva a estar ahí, como ya sucedió en el Mundial de 1974 en Alemania. Mientras tanto, sueñan con que Kaká les dé alguna pequeña alegría.

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