"Tenemos que reencauzar el barco de la FIFA al curso original, y que navegue sobre aguas transparentes. Debemos hacerlo" dijo al auditorio Josep Blatter, el día de su tercera reelección al frente de la FIFA. No habrá sido como lo imaginaba, porque la votación sucedió en medio de acusaciones de sobornos, compra de votos, suspensiones e impugnaciones, conceptos distintos al “Fair play” que gusta manejar la familia en Zurich. Pero 186 congresales apoyaron a Blatter, el candidato único, que se quedará hasta 2015 para completar 18 años en el cargo.
Los barcos fuertes también se hunden y no siempre pueden navegar en aguas turbulentas. La FIFA, la multinacional del fútbol, que factura millones, parece camino a ser devorada por el propio monstruo que creo: el gigantesco negocio del fútbol mundial. Como si los millones que los dirigentes ven pasar a su alrededor se les cayeran encima y esa montaña de plata acumulada en cuentas bancarias impidiera ser ocultada.
En los últimos años, periodistas como Ezequiel Fernández Moore, Andrew Jennings y David Yallop denunciaron continuamente algunos de los negocios oscuros de los dirigentes. Sin embargo, el verdadero tsunami llegó en septiembre pasado, cuando las denuncias de corrupción llegaron desde miembros de la propia federación, en la previa de la elección de las sedes de los Mundiales de 2018 y 2022.
David Triesman, ex presidente de la Federación Inglesa, acusó a cuatro integrantes del Comité Ejecutivo de pedir dinero o favores especiales a cambio de votar por Inglaterra para el Mundial 2018. Para el 2 de diciembre, día de las elecciones, ya habían sido suspendidos dos miembros del Comité Ejecutivo a los que el diario inglés Sunday Times había grabado pidiendo plata por votos. Como siempre, fueron hombres de países con poco peso los castigados: un tahitiano y un nigeriano no pudieron votar. Para completar, la cadena Al Jazeera adelantó que Qatar 2022 era una de las sedes elegidas antes de que se hiciera oficial el resultado.
En total, la mitad de los 24 miembros del Comité Ejecutivo de la FIFA fueron sospechados en los últimos meses. Julio Grondona, Ricardo Texeira y Nicolás Leoz, fueron algunos de los acusados en distintos informes periodísticos, e incluso en juicios ordinarios, de cobrar dinero a cambio de votos, firmas, contratos. El recientemente suspendido Jack Warner acusó esta semana a cuatro miembros del Comité Ejecutivo de recibir cinco millones de dólares por votar por Qatar 2022. Antes de la votación de ayer, la FIFA exhibió la fotografía de uno de los 25 sobres con 40.000 dólares cada uno que el qatarí Mohamed Bin Hammam intentó pagar hace pocas semanas a cada una de las 25 asociaciones del Caribe, para que lo votaran como candidato a presidente. La suspensión del Comité de Ética el domingo pasado le impidió cumplir con su deber cívico.
La Federación inglesa había pedido suspender la votación para elegir presidente pero no tuvo apoyos. Bin Hammam, miembro de la FIFA y hasta el domingo candidato a presidente, no pudo entrar a la sede del Hallenstadion de Zurich. "Les agradezco su confianza, de todo corazón. Juntos vamos recorrer los próximos cuatro años, siempre y cuando Dios me conceda la vida, la energía y la fuerza de continuar” dijo Blatter después de ser reelecto. Además, propuso que la elección del Mundial 2026 corra por cuenta de la Asamblea, de 208 miembros, y no exclusivamente del Comité Ejecutivo. Ojalá para ese entonces el barco navegue por aguas más limpias.
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