La mole de cemento esta vez no desentonó con el show. El estadio Único de Plata fue un escenario acorde al espectáculo ultramoderno que U2 diseño para su gira mundial 360º. Las plateas repletas, el campo colmado, el techo nuevo como escudo protector y la pantalla de LED en el centro fueron un marco apropiado para “la garra”, ese maravilloso experimento de alto diseño que funcionó escenario para que Bono & Cía. desplegaran sus virtudes artísticas. Calificar al show bajo el signo musical resulta un reduccionismo para semejante espectáculo que se vivió en La Plata estos días.
U2 es una banda de más de tres décadas, que cuenta con un repertorio de sólidas canciones capaces de encender a cualquier público en cualquier parte del mundo. Desde mediados de la década del `90, la banda abrazó el proyecto de los shows de estadios, en todo el planeta, en distintos formatos, pero siempre con la innovación y la tecnología como aliados.
Estos dos rasgos no caracterzian a los estadios argentinos, viejas moles de cemento, a veces hasta obsoletas, que en ocasiones están lejos de favorecer espectáculos modernos de alta calidad. El Estadio Único de Plata, inaugurado definitivamente el 17 de febrero pasado, es todo lo contrario al resto de los escenarios deportivos argentinos. Estadio moderno, multipropósito, que no sólo se adapta al espectáculo musical sino que desde su nacimiento es capaz de recibirlo y hasta a aportar a su desarrollo. Un recuerdo malicioso podría decir que esa naturaleza se cuenta desde su inauguración parcial a cargo del grupo folklótico Los Nocheros, en 2003. Pero lo cierto es que el diseño circular, campo desmontable, el diseño en círculo, las amplias entradas y salidas, la pantalla de LED y el techo que cubre buena parte de la platea y el campo resultan elementos que alientan a un disfrute de distintos espectáculos más allá del deporte.
En ese marco de gigantismo, U2 presenta un espectáculo de rock de sponsors (Claro, Samsung, Banco Francés, Levi´s fueron algunos de los que aportaron a la causa), celulares y cámaras digitales, a simple vista lejos cualquier síntoma de rebeldía del movimiento en la década del ´60. En ese sentido, es U2 el grupo mundial que mejor expresa esa industria del entretenimiento en el ámbito musical, que trasciende largamente al sonido de los instrumentos. La música es la fuente, pero el show supera definitivamente los acordes de la guitarra de The Edge o la voz de Bono. Y es una buena muestra de hasta donde el desarrollo tecnológico puede potenciar a cuatro personas tocando excelentes canciones.
El escritor argentino Ezequiel Martínez Estrada escribió hace tiempo en referencia a los grandes estadios: “El círculo de espectadores se encierra como en una isla apartada de la vida, de la historia, del destino, una población que ha roto todo vínculo con la familia y el deber”. Al escuchar temas como One, uno no siente nostalgia por el afuera, sino más bien puede sumergirse sin miedo en la atmósfera que proponen los U2. Ese nuevo mundo que proponen los sonidos, bien lejos de lo cotidiano, esa propia isla gestada a través del arte, ese espacio sin deberes, con los sueños propios, bien lejos del estadio que nos cobija. Ahí es donde nos lleva U2 con su música.
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