Bicentenario (y deporte)

El amistoso entre Argentina y Canadá se coló entre los festejos por el Bicetenario de la patria. El fútbol como parte constituyente de la vida nacional forma parte de los festjos por los 200 años del primer gobierno patrio. El aniversario puede verse como un simple recorrido de la historia, que cada tanto presenta números redondos más fuertes simbólicamente. O como una fecha trascendente, que permite revisar el pasado y celebrarlo de cara al futuro. El Bicentenario que se celebra por estos días en Argentina puede verse como parte de una polémica por el derroche de dinero, como siempre en este país. Pero no está de más tomarlo como punto de partida para ejercitar la memoria crítica, en este caso en el marco del deporte. Libros como el reciente “Breve historia del deporte argentino”, de Ezequiel Fernández Moores, sirven para revisar cómo se parió el deporte en estas tierras y su relación con el ámbito político. Y para pensar desde allí las ideas de nación que aparecen, porque detrás de sí el deporte encuentra narrativas sobre lo que los argentinos somos y lo que pretendemos ser.

El deporte moderno es contemporáneo a la construcción de lo nacional. Tal como sostiene el historiador inglés Eric Hobsbawn, desde el nacimiento de los estados modernos hasta hoy, el deporte se ha convertido en un vehículo para organizar las comunidades internamente y para exponer la superioridad de algunos países sobre otros en el terreno de las disputas simbólicas. Porque en los campeonatos mundiales también se recrean las diferencias de poder en el mundo.

Como bien sostiene el filósofo e historiador César Torres en el prólogo del libro de Fernández Moores, el deporte forma parte de un conjunto de prácticas sociales que incluye pero excede largamente el campo de la educación física. En Argentina, comenzó a ser practicado inicialmente dentro de las clases acomodadas, pero aún así encontró resistencia desde fines del siglo XIX en los círculos políticos y sociales dominantes. Paulatinamente, las clases subalternas lo adoptaron como hábito bajo sus propios valores y formaron un deporte con ideas diferenciadas. Como bien revela Fernández Moores, debemos la importante cultura deportiva de estas tierras a los sajones más que a los españoles, quienes no tenían tradición deportiva en la época de la colonia, cuando llegaron aquí. En el Río de la Plata, los ingleses hicieron negocios, pero también desarrollaron y promovieron el deporte.

Sin embargo, en algún tiempo hubo corridas de toros en Plaza de Mayo y luego en un estadio para 10 mil personas construido en Retiro. Luego, las corridas serían prohibidas a fin del siglo XIX. A cambio, crecieron las actividades que incluían caballos, a tal punto que la primera asociación formada exclusivamente para el deporte fue la Buenos Aires Racing Club, dedicada al turf. Esta disciplina, junto con otras como el polo y el pato, sigue su desarrollo hasta hoy y tuvo en el jockey Irineo Leguizamo a su máximo exponente.

Pero los ingleses trajeron a la Argentina el deporte por excelencia: el fútbol. El primer partido se jugó en 1867, frente al planetario de Buenos Aires. Las reglas no eran tal como las conocemos hoy. Se podía tocar el balón con la mano, no había árbitro ni arquero, ni corner. Alejandro West Hutton desarrolló el club Alumni, que brillaría desde fines del siglo XIX, y sería el promotor de un deporte que se institucionalizaría con alta penetración inicialmente entre las clases altas. Pero pronto la pasión futbolística trascendería a los ingleses y se derramaría hacia las clases trabajadoras y los inmigrantes, que formarían sus propias ligas y presentarían sus primeras canchas. Serían los clubes argentinos, hoy ya centenarios, los que llegaron hasta donde no lo hacía el estado, integrando a los jóvenes, desarrollando la actividad física y funcionando como virtuales semilleros de grandes deportistas. Los ingleses también habían traído el tenis. George Besreford, al mando de las invasiones inglesas en 1806, fue el primer tenista criollo. Le pegaba a la pelotita en su prisión de Luján tras la rendición de los invasores.

“El desarrollo muscular no es tan solo importante para el desarrollo armónico de lo moral del hombre, sino también puede servir en un momento dado para obtener triunfos que decidan la suerte de la patria” dijo el legislador Mariano Demaría en un debate llevado a cabo en el Congreso Nacional para decidir si se destinaban fondos para que Argentina formase parte de los Juego Olímpicos de 1908. Algunos dirigentes ya tenían su propia idea sobre el rol del deporte en la Argentina del Centenario. Pero no hubo quórum, ni delegación criolla en la competencia internacional. En 1910, se organizarían los Juego Olímpicos del Centenario durante una semana, con delegaciones de 8 países. El barón Pierre de Coubertin, fundador del Comité Olímpico Internacional, se opuso a la utilización del término Juego Olímpicos y despidió al argentino Manuel Quintana del organismo.

Marcelo Torcuato de Alvear, como buen deportista que era, fue el primer presidente que dio impulso al deporte argentino desde el Estado. Creo el Comité Olímpico Argentino, solucionó problemas institucionales del fútbol y envió la primera delegación nacional a un juego olímpico, a París en 1924. Hasta 1952, Argentina obtuvo 26 medallas olímpicas (13 de ellas de oro), más que ningún otro país latinoamericano.

Juan Domingo Perón, que gobernó el país entre 1946 y 1955, incluyó el deporte entre los derechos sociales y lo propició como una manifestación cultural. El Estado fue el impulsor de la actividad, lo que permitió que una masa importantísima de personas se volcara a la actividad física. Pero también creció el deporte de alto rendimiento. En 1948, Delfo Cabrera ganó el maratón de los Juegos Olímpicos de Londres. La selección de básquet se consagró campeona mundial en 1950 en Buenos Aires, venciendo a Estados Unidos. “Lo que acaban de hace por Argentina es mejor que el trabajo de 100 embajadores” les dijo el presidente a los campeones. Juan Manuel Fangio conquistó cinco campeonatos mundiales de Fórmula 1 entre 1951 y 1957. Argentina organizó los Juegos Panamericanos de Buenos Aires en 1951, quedando al tope del medallero por primera vez en la historia. Pero la dictadura militar que derrocó a Perón en 1955 decidió castigar a los deportistas que habían apoyado al gobierno peronista. El atleta Osvaldo Suárez, la tenista Mary Terán de Weiss y varios de los basquetbolistas campeones fueron perseguidos. En el mejor momento de la historia del deporte argentino, se cometió lo que el entrenador Osvaldo Arsenio llamó “genocidio deportivo”.

La dictadura militar de 1976 también puso sus ojos sobre el deporte, aunque no bajo el mismo concepto que el gobierno peronista. Argentina organizó y ganó el Mundial de fútbol de 1978, mientras miles de personas eran torturadas y asesinadas en un centro clandestino a pocas cuadras del Estadio Monumental. Entre los 30 mil desaparecidos por la dictadura figuran varios deportistas: 17 rugbiers, el atleta Miguel Sánchez, el tenista Miguel Shapira, el futbolista de la tercera división de Gimnasia (LP) Luis Ciancio, el de Huracán de Tres Arroyos Carlos Alberto Rivada, el ajedrecista Gustavo Bruzzone, la nadadora Gisela Tenembaum, además de más 4 profesores de educación física.

Pero no todo fue horror y persecuciones en los últimos 50 años en el deporte argentino. También hubo triunfos para celebrar, más como fruto de esfuerzos personales que de planificaciones a largo plazo. El golfista De Vicenzo ganó el Abierto Británico en 1967; Guillermo Vilas popularizó el tenis en los ´70 con sus 62 títulos ganados; el voley fue tercero en el Mundial ´82 y se llevó la medalla de bronce en los JJ.OO. de Seul ´88; la Selección de fútbol fue campeona en el Mundial ´86 de la mano de Maradona; el equipo nacional de rugby, Los Pumas, se quedó con el tercer puesto del Mundial en 2007; el golfista Ángel Cabrera ganó el US Open en 2007 y el Masters de Augusta en 2009; el tenista Juan Martín del Potro se consagró el pasado en el Abierto de Estados Unidos. Pasarían 52 años desde 1952 para que la argentina repitiera un oro olímpico. Fue el 28 de agosto de 2004, en Atenas, cuando el fútbol y el básquet llegaron a lo más alto del podio en la misma jornada. Desde aquel entonces, el 28 de agosto se considera el Día Nacional del Deporte Argentino.

Como informa Fernández Moores, hoy existen en Argentina entre 700 mil y 800 mil deportistas federados. Entre los Juegos Evita y otros encuentros provinciales, se congregan más de 1,5 millones de chicos todos los años. A su modo, el deporte reconstruye, aunque sea temporalmente, una comunidad fragmentada. Y reaviva un sentimiento de pertenencia a una nación eternamente en crisis, especialmente para los más postergados. Es probable que falten recursos y más y mejores políticas estatales para el desarrollo del deporte. Pero no es poco lo conseguido en estos 200 años.

2 comentarios:

  1. Muy buen post Javier.
    Me quedo con la conclusión del final, no es poco lo que se ha conseguido en estos 200 años.
    Saludos

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  2. argentina es uno de los paises mas poderosos en el mundo deportivamente hablando y eso creo que es un logro de todos, si nos fuese tan bien como en el deporte en el gobierno seriamos los dueños del mundo, lamentablemente no podemos decir lo mismo pero con aciertos y errores ya vamos a salir adelante, muy buen articulo un saludo

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