Nervios y apretadas

Sería más fácil hacer una encendida defensa de uno de los dos y tomar partido. Es tentador. La situación se presenta como el inminente final de una película: no hay lugar para los dos. Palermo y Riquelme, las estrellas de Boca, comenzaron el último capítulo de su novela pública en el mismo momento que el goleador marcaba el tanto 219 de su carrera en Boca y se convertía en el máximo goleador de la historia del club. Valioso récord para un fútbol como el argentino, que no cuenta con muchos jugadores que registren trayectorias extensas en un mismo club y menos aun que entren en su historia grande. Pero el gol récord cedió paso al desplante público de Riquelme en el festejo, a las declaraciones de Palermo (demasiadas) reconociendo la mala relación entre ambos, a los ex jugadores en decadencia devenidos opinólogos y a los infinitos debates mediáticos sobre el tema.

Riquelme, hábil dentro y fuera de la cancha, dejó bajar las aguas y habló hoy en conferencia de prensa. Tras la gran cantidad de entrevistas que concedió Palermo en los últimos días, el tono monocorde y pausado del Diez mostró que la guerra de nervios la maneja tan bien como el balón sobre el verde césped.

Pero no es intención de este espacio tomar partido por uno de los dos, porque la verdadera relación y cómo eso incide en el rendimiento del equipo sólo lo saben los protagonistas. “Ahora digo que está recontra armado, el que no lo quiere ver es ciego" dijo hoy Riquelme a los periodistas sobre la polémica. Dirigentes del riñón del ex presidente Maurcio Macri, como el vicepresidente José Beraldi, el tesorero Daniel Angelici y el secretario Rómulo Zemborain, son algunos de los impulsan desde hace un tiempo la marcha del Diez y no se niegan mucho a anunciarlo públicamente. El propio Macri se encarga cuando puede de criticar a Riquelme, como si no tuviera temas sobre los que hablar respecto a la Ciudad de Buenos Aires.

“Hay cosas que puedo aguantar y cosas que no. Creo que fui muy claro” también dijo hoy Riquelme para explicar por qué corrió hacia la platea tras el gol de Palermo y dejó plantado al goleador récord. Ya en la salida del equipo ante Arsenal Riquelme no había saludado hacia la tribuna donde se ubica La 12. El día anterior, la hinchada había concurrido al entrenamiento y les había dicho a los jugadores: "Hay que terminar con las divisiones, correr y pasarle la pelota a Palermo para ganar". Los 20 barras, que ya habían apretado al plantel antes del partido con River, se enojaron con algunos de los futbolistas y hasta los invitaron a pelear. Riquelme fue especialmente apuntado y le reclamaron falta de actitud.

El Diez tenía una buena relación con la barra y hasta fue alguna vez a una peña con los hinchas, pero la relación se quebró cuando La 12 se encolumnó detrás de la Selección Argentina y, en la diputa entre Maradona y Riquelme, tomó partido por el DT del equipo nacional. Palermo históricamente ha tenido buena relación con la barra, al punto que supo visitar al antiguo líder Rafael Di Zeo en la cárcel de Ezeiza, compartir asados con los hinchas y participar de encuentros en las peñas. Probablemente, por eso el goleador les haya dedicado el gol 219 al núcleo duro de la hinchada.

Como se ve, las internas xeneizes no se dan sólo dentro del plantel profesional. Y llegan a tal nivel, que uno de los ídolos de la historia del club como es Riquelme no celebra los goles de cara a la tribuna donde se ubica el núcleo duro de la hinchada porque está cansado de soportar la violencia de esos grupos, que invaden el club como si fuera propio y dan órdenes a los jugadores como si fueran los técnicos. Al menos, alguien alguna vez dijo no.

Quizás sea repetido hablar de violencia y aprietes y sea más rendidor entrar en la polémica entre las dos estrellas futbolísticas para tomar partido. El final de la historia entre Palermo y Riquelme está cerca. El final de los violentos del fútbol argentino parece que no.

1 comentario:

  1. Si nos centramos en este tema de los barras bravas, de su impunidad para ir a molestar a jugadores, cualquiera sean, no es difícil tomar partido. El tema es grave y al menos uno de los dos trata de enfrentarlo. La relación de Román con el núcleo duro de la barra de Boca hace tiempo que está rota, es anterior al conflicto con Maradona, en todo caso este conflicto les sirvió a ellos para demostrar de qué lado están, como casi siempre lejos de lo que piensa la hinchada no rentada de los clubes, la opinión de ellos es más fácil de comprar.
    Yo sí tomo partido esta vez y me juego con el 10 de Boca sin duda. No me importan igual los pormenores ni tomar en cuenta cada declaración ni la novela que amplificaron los medios en estos días. Me importa estar del lado de cierta integridad que debiéramos tener todos en los momentos límite y que hoy veo en Román. Encima Macri en la vereda de enfrente.
    No me queda mucho que pensar.

    Abrazo

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