Un caño y un sombrero

"No salvé a nadie, no jugué un gran partido" dijo ayer Ariel Ortega tras el triunfo de River por 4 a 3 sobre Chacarita. Un poco más triste debe haber terminado Eduardo Salvio, tras la derrota de Lanús frente a Boca por 2 a 1. Probablemente no haya sido la tarde más gloriosa dentro de una cancha de ambos futbolistas. Pero los dos nos regalaron sendas perlas que escasean en las canchas argentinas.

A falta de cuatro minutos para el final del partido, Ortega recibió el pase largo de Mauro Díaz, dejó picar la pelota y de primera remató por sobre la cabeza del arquero Tauber. El balón picó directamente adentro del arco, señal de la precisión del disparo. Una vez más, el Burrito reactualizó su lista de goles de emboquillada, a esta altura ya compuesta por una variedad de obras maestras (ver video más abajo). Definitivamente, la estrella de jujeño está ligada a la de River. A sus 35 años, sus apariciones parecen reservadas para los grandes momentos, como si ya no le quedara tanto resto para desperdiciar en la lucha de la mitad de la cancha. El pase gol a Villalba en el tercer gol y el tanto decisivo de ayer son una muestra de ello.

Un poco menos productivo pero no menos estético fue el caño que Salvio le metió a Gabriel Peletta, sobre el sector derecho de la mitad de la cancha. A los 35 minutos del segundo tiempo, tras pisar la pelota, el Toto tiro el taco y el balón pasó limpio entra las piernas del defensor de Boca, para deleite de los hinchas granates. La jugada no tuvo un final feliz, pero quedará por un rato en la frágil memoria de los amantes del buen fútbol. Como el caño similar que Juan Román Riquelme le tiró a Mario Yepes en la Copa Libertadores de 2000, el padre de la pisada – caño de la modernidad.

“El football rioplatense no sacrifica enteramente la acción personal, utiliza más el dribbling, el esfuerzo personal generoso” se leía en la revista El Gráfico en 1928. En sus profundos estudios sobre la historia del fútbol argentino, Eduardo Archetti deja claro cómo, desde comienzos del siglo XX, el estilo criollo del juego aparece ligado a lo inquieto, lo individual, lo virtuoso, lo menos disciplinado, haciendo eje en el esfuerzo propio del jugador ágil y virtuoso. El dribbling, principalmente, y el toque, corto y veloz, serán los símbolos del estilo nacido en estas tierras. Ortega y Salvio son dos cracks “dribbleadores”, de los pocos que quedan en el fútbol de estas tierras. Paradójicamente, son pocos los futbolistas argentinos de esas características que se destacan en Europa. Messi, el mejor de todos ellos, ha logrado gambetas y goles imposibles ante los mejores defensores y arqueros del mundo. Pero es extraño encontrar jugadores destacados en Europa que reflejen aquel viejo estilo del fútbol argentino. No están allá, no estás acá, será que cada vez aparecen menos.

El escritor Jorge Luis Borges decía: “El fútbol es esa cosa estúpida de ingleses… Un deporte estéticamente feo: once jugadores contra once corriendo detrás de una pelota no son especialmente estéticos”. Jugadas como las de Ortega y Salvio nos recuerdan que el fútbol tiene su propio arte, que gran parte del deporte se esconde en un toque o en una pisada. Que en medio de tanto pelotazo largo, de tanta patada, de tanto músculo, de tanto centro al área, de tanta pelota parada, hay espacio para pequeñas obras de arte pintadas con los pies, que permitan ser recordadas al menos por un tiempo.

Videito con goles de Ortega, varios por arriba de los arqueros:







Gol de Ortega a Chacarita con relato radial de Costa Febre:







Caño de Salvio a Paletta:





1 comentario:

  1. Cuánta falta le hacía Ortega a River y sin embargo los dirigentes lo dejaron ir a Mendoza, el Burrito ya comienza a dar sus frutos. En cuanto a Borges, decididamente nunca debe haber entendido al fútbol al descalificarlo con el facilismo de la frase "11 tipos corriendo atrás de una pelota".
    Abrazo Javier!

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