El fútbol como cuestión de Estado

La presencia de Julio Grondona y otros dirigentes futbolísticos en la Casa de Gobierno ayer por la tarde mostró una primera imagen de lo que será el próximo vínculo entre la Asociación del Fútbol Argentino y el Estado en el mercado futbolístico. En poco tiempo, los clubes y el poder público sellarán un vínculo para la explotación de los derechos de transmisión de los partidos por televisión. El mundo del fútbol y el de la política se dan la mano nuevamente en la Argentina, como hacía tiempo no sucedía.

Desde sus orígenes, el desarrollo el fútbol en la Argentina estuvo ligado a los clubes barriales surgidos a fines del siglo XIX y principios del siglo XX. Fue desde la sociedad civil donde el deporte tuvo su impulso inicial. Con la expansión y la posterior profesionalización del fútbol en la década de 1930, los gastos de los clubes ya eran mayores que los ingresos, por lo que los dirigentes recurrieron al gobierno nacional en busca de ayuda económica. En 1936, el Estado firmó un decreto que autorizaba generosos préstamos para la construcción de estadios y así nacieron escenarios como el Monumental y la Bombonera. Las nuevas canchas permitieron un crecimiento en el número de espectadores y un mayor ingreso a las arcas de los clubes.

El peronismo, a partir de 1946, fue el primer gobierno nacional que impulsó políticas de estado para el deporte. Como sostienen Héctor Palomino y Ariel Scher en el libro "Fútbol: pasión de Multitudes y de Elites", la relación con la AFA se volvió institucional, a tal punto que el presidente Juan Domingo Perón fue nombrado presidente honorario y se apoyó orgánicamente su reelección en 1951. Fue durante el gobierno peronista cuando la venta de entradas alcanzó su punto máximo y se convirtió en el ingreso principal de los clubes. Las grandes poblaciones que habían migrado a las ciudades poco tiempo antes habían hecho del fútbol un espacio donde disfrutar de sus tiempos de ocio. Dirigentes políticos con altos cargos en el gobierno favorecieron con medidas concretas a sus clubes favoritos y los más importantes directivos de la AFA de esa época estuvieron estrechamente vinculados al gobierno nacional.

Pero a fines de la década del ´50 cambió el panorama de la industria futbolística. La AFA fue intervenida por la Revolución Libertadora por primera vez en 1955 y ya asomaba una crisis en la economía de los clubes. El desastre del Mundial de Suecia (donde la Selección Argentina fue eliminada en primera ronda), la salida de algunos jugadores al extranjero y la multiplicación de los televisores pueden haber sido algunos de los factores que produjeron una baja en la venta de entradas en las canchas argentinas. Para atraer nuevamente al público, surgió el llamado “fútbol – espectáculo”, que consideraba que los clubes debían ser manejados como empresas. Pese a que se compraron grandes futbolistas para atraer al público, varios años después el déficit de los clubes continuaba, a raíz de los gastos destinados a la compra de nuevas figuras, a los altos sueldos que se pagaban y a las malas administraciones de los dirigentes. Ya existía una alta deuda con el Estado.

Una nueva intervención de la AFA se produjo bajo la dictadura del General Juan Carlos Onganía en 1966. Las soluciones para equilibrar las cuentas deficitarias de las instituciones fueron varias. Inicialmente se multiplicaron los encuentros disputados. Se creó el Campeonato Nacional, dando lugar a los equipos del interior del país, y se le dio más importancia a la Copa Libertadores. Se selló un acuerdo, por licitación, para la transmisión de un partido por semana por televisión. Se creó el PRODE, cuya recaudación sería en parte para los clubes. El proceso de intervención finalizó en 1974, cuando se sancionó un nuevo estatuto de la AFA diseñado en las sombras por José López Rega, Ministro de Bienestar Social. El poder político volvió a actuar directamente para la organización del Mundial ´78.

A mediados de los ´80, la televisión vuelve a aparecer, esta vez con mayor fuerza, en el mundo del fútbol. Con una menor influencia directa de la política, los capitales privados provenientes de los derechos de transmisión de los partidos se convertirían en una importante fuente de ingresos para los clubes. En 1991, se profundiza este proceso con el convenio entre la AFA y Televisión Satelital Codificada, cuando se comienzan a emitir los partidos en directo. Si de algo puede presumir Julio Grondona a lo largo de sus 30 años al frente de la AFA es de haber trascendido a los cambios de gobierno en la Argentina. La influencia del poder político en el fútbol en los últimos años, al menos institucionalmente, se redujo notablemente. Eso cambió en esta semana que concluye.

Grondona declaró en 1985 a la revista El Gráfico: “Me tocó actuar en muchas épocas, pero jamás mezclé la política con el fútbol”. Los problemas económicos de los clubes fueron más importantes que los principios. La AFA rescindió el contrato con TSC y hoy, después muchos años, el Estado vuelve a aparecer como un actor principal del mundo futbolístico, participando junto a los clubes de la explotación de los derechos televisivos. Así, las instituciones recibirían alrededor de 600 millones de pesos al año, cifra que según los dirigentes es lo que merecen, y los partidos serán accesibles para la gran mayoría de los hinchas a través de la pantalla chica. Con mayores ingresos, los clubes tienen una gran oportunidad de empezar casi de cero, ordenar sus cuentas y mejorar su situación actual. El Estado tendrá intervención directa en un negocio que, bien administrado, puede ser una fuente de recursos importantes. Sin embargo, las recientes conducciones tanto de los clubes como de las empresas estatales no invitan a ilusionarse con grandes cambios. Pero al fin y al cabo, el fútbol también es eso, una ilusión permanente.

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