Asesinaron a dos hinchas de Huracán

Fernando Cristian De Respiris y Orlando Sosa son dos nuevas víctimas de la violencia del fútbol argentino, que ya suma 238 muertos en 85 años. En este caso, las luchas internas entre los hinchas de Huracán por el control del botín de la barra fueron las causas de estos nuevos asesinatos. Los enfrentamientos entre las facciones de José C. Paz y El Pueblito contra la Zavaleta empezaron a los golpes en las tribunas de la cancha, en el entretiempo del partido contra Arsenal del domingo pasado. Derrotados, los de la Zavaleta fueron a la noche a buscar de De Respiris, hermano del capo de José C. Paz, y lo mataron. Para vengarse, los de José C. Paz viajaron hasta la Villa Zabaleta y balearon a uno de los miebros de ese grupo, Sosa, y a su compañera. Cuando llegaron al hospital Penna, los de José C. Paz completaron la tarea con una balacera sobre el auto que trasportaba a los heridos. Orlando Sosa murió a causa de los disparos.

En su libro “Crónicas del Aguante”, Pablo Alabarces afirma que la barra brava se define por tener una relación política y/o económica con los dirigentes de su club, o al menos con alguno de ellos. Su relación con el hecho futbolístico tiene un costado instrumental. Además de la pasión por los colores (suponiendo que todos los barras sean hinchas del equipo que siguen, lo cual no siempre sucede), el fútbol encierra un interés particular, principalmente económico.

El negocio de los hinchas incluye la reventa de entradas, de droga, los robos en la tribuna, los viajes, el cuidado de los coches cerca del estadio, la venta de bebidas y comidas en la cancha, entre otras cosas. Los más avanzados como Boca y River pueden llegar a cobrar porcentajes por transferencias de jugadores o manejar parte de la venta del marchandising del equipo. El botín a repartir ha ido creciendo en los últimos años, lo que fue acompañado por un crecimiento de las peleas entre miembros de una misma hinchada.

Hace tiempo que las barras de los equipos no pueden verse como un grupo homogéneo. Siempre estuvieron formadas por pequeños grupos, pero todos se encolumnaban detrás de los colores. O al menos convivían armoniosamente. Esta situación cambió últimamente. Boca, River, Unión de Santa Fe, Alte. Brown y Gimnasia de Jujuy son algunas de las hinchadas que registran enfrentamientos internos en los últimos tiempos. Sumados los muertos de Huracán, ya son 6 las víctimas asesinadas por hinchas de su propio equipo en lo que va del año.

“Lo que pasó no tiene nada que ver con un enfrentamiento ligado al tema deportivo”, dijo Aníbal Fernández, Ministro de Justicia y Seguridad. Fernández podría saber que hace tiempo que la violencia del fútbol se muestra de múltiples formas. Con armas blancas, armas de fuego, piedras, palos, accidentes, derrumbes. El 75 % de las muertes del fútbol argentino tuvieron lugar fuera de los estadios. En una semana se cumplen 20 años del asesinato de Germán Ventura, un hincha de River baleado por barras de San Lorenzo por error un día que ni siquiera había partido.

En su libro titulado “El vandalismo en el fútbol”, el sociólogo español Javier Durán González afirma: “Las nuevas formas de violencia que se están detectando se caracterizan por su progresivo alejamiento del terreno de juego; la pérdida progresiva de su significación deportiva; y la aparición de evidentes elementos de racionalidad y planificación”. Esta frase describe bastante bien lo sucedido el domingo.

Es un lástima que, pese a estar tan cerca de conseguir el segundo título de su historia, Huracán pase de las páginas deportivas a las policiales por las disputas internas de sus hinchas. La historia y el presente del club no lo merecen.