Hungría, la nación y el fútbol como instrumento

El presidente de Hungría, Viktor Orbán

“El fútbol es una herramienta formidable para la formación de los jóvenes, para su educación. Este deporte vehicula valores importantes para la sociedad, permite también a una nación sentirse unida, es un instrumento de paz”, dijo Viktor Orbán luego de ser recibido por Joseph Blatter en Zurich. A poco de asumir, el presidente de Hungría pasó por la sede de la FIFA en abril de 2011 y dejó en claro la importancia que le da al deporte. “Yo soy un devoto incondicional del fútbol y hago todo lo posible por protegerlo” agregó. Pero la pasión por la actividad física no es el único carácter visible del líder húngaro, que ha iniciado una serie de cambios políticos, económicos y sociales en su país que preocupan a buena parte de sus ciudadanos y al resto de la Unión Europea. Ex futbolista, disfruta aún de su gusto por el deporte con el equipo de su juventud, el Felcsút, y ha incorporado al fútbol a su proyecto de nación.

Orbán fue electo en mayo de 2010 con el 70% de los votos en la segunda vuelta electoral. Inició así su segundo mandato al frente del país, luego de ser presidente entre 1998 y 2002. Sin embargo, su imagen actual dista mucho de sus ideales de juventud, cuando alternaba la militancia política con su pasión por el deporte. Mientras estudiaba en la Facultad de Derecho de la Universidad Eötvös Loránd de Budapest, militaba contra la dictadura comunista de János Kádár y contra la ocupación soviética, mientras hablaba en público a favor de la democracia. En 1988, creó la Alianza de Jóvenes Demócratas y al año siguiente recibió una beca para un curso en Oxford, financiada por el magnate George Soros.

Su perfil rebelde y contestatario de los ´80 se diluyó cuando llegó al máximo cargo del país. Una nueva constitución impulsada por el Ejecutivo fue aprobada recientemente. La nueva carta magna prohíbe el aborto y reconoce como únicas familias posibles las heterosexuales casadas. También pone en cuestión la independencia del Tribunal Constitucional. Otras leyes fueron recientemente modificadas, como la reducción de las indemnizaciones en caso de despido, la baja de salarios y pensiones y el cuestionamiento del derecho a huelga.

Una las leyes más polémicas es la obligatoriedad del trabajo para los ciudadanos desocupados de larga data, entre los cuales se ubican una buena porción de los rom (ciudadanos de etnia gitana), dentro de campos de trabajo cerrados y vigilados, como señalan medios locales.

Simultáneamente, existe una fuerte campaña a favor de la recuperación de los símbolos, las banderas históricas, el antiguo reino e incluso la idea de la Gran Hungría, en referencia a la nación existente hasta el Tratado de Trianon de 1920, donde el país perdió una buena porción de su territorio. Una ley aprobada por Fidesz, el partido de Orbán, permite a las personas de etnia húngara magiar de los países limítrofes y obtener la nacionalidad al rápidamente.

Orbán, jugando al fútbol con su equipo, el Felcsút

De chico, Orbán jugaba de mediocampista en el equipo de Felcsút, el pueblo de su infancia. Su afición por el balón lo llevó a la recuperación de un ídolo nacional como Ferenc Puskas, uno de los mejores delanteros de la historia del fútbol. Puskas abandonó la Hungría comunista en 1956. En 1958 pasó al Real Madrid, conformando uno de los equipos más importantes del siglo XX. Orbán se ocupó de trasladar los objetos de culto del jugador para llevarlos a Hungría, además de crear en 2007 una academia de fútbol con el nombre de Puskas, en Felcsút. Orbán aún figura como titular del club FC Felcsút, donde ocasionalmente juega como delantero con el número dos.

“Hungría es un país apasionado por el fútbol” dijo Orbán cuando pasó por Zurich. “Pero con la caída del comunismo, se desfondaron también todas las estructuras institucionales, desde la Asociación hasta los clubes” agregó el presidente. Al parecer, no sólo las estructuras del fútbol están en crisis. El proceso de transformación y recuperación de los símbolos también incluye al deporte.