Apuntes a dos días de la final

- En medio de un país afectado por la Gripe A, con más de 50 muertos, con clases suspendidas y pueblos que reducen al máximo sus actividades, el fútbol argentino se dio el lujo de reunir a más de 40 mil personas en un mismo espacio para celebrar el final del campeonato. Es lógico que los dirigentes y los hinchas de Vélez y Huracán busquen definir el torneo con gente en las tribunas, pero resulta llamativo que el estado argentino sea capaz de suspender los colegios o adelantar la feria judicial pero permitir un partido de fútbol.

- Los hinchas de Huracán sólo disponían de 4.500 entradas. Pero la cabecera quemera estaba casi completa, duplicando la cantidad de entradas entregadas. En las plateas velezanas podían verse grandes espacios vacíos determinados por la policía, que sigue con su política de reducir el número de espectadores en las canchas como principal medida para combatir la violencia. A menos espectadores, menos posibilidades de desorden.

- Los jugadores tampoco dieron un ejemplo de grandeza deportiva, con mucha fricción, manotazos, empujones y recriminaciones. Dos equipos con buen juego como Huracán y Vélez merecían una final de mayor nivel futbolístico, más allá de algunos chispazos individuales. Principalmente por lo que mostraron a lo largo de todo el torneo. El árbitro Gabriel Brazenas tampoco estuvo a la altura de una gran final. Le anuló por error un gol a Domínguez, no vio el foul de Larrivey a Monzón en el gol de Moralez, no cobró un penal de Arano a Cubero (que además debió ser roja) y no castigó con severidad las faltas, los empujones y las peleas a lo largo del partido. Ni siquiera se sabe si Brazenas estaba en condiciones de dirigir porque no dio la última prueba física en mayo pasado.

- Gerardo Aboy Carles afirma que una identidad política siempre se construye en relación a un exterior, a un otro. Lo mismo sucede en el fútbol: el triunfo propio se engrandece a partir de la desgracia ajena. Quizás por eso la transmisión televisiva del partido haya dividido la pantalla en el momento en que Maxi Moralez festejaba su gol. De un lado, la alegría de los jugadores e hinchas de Vélez. Del otro, la tristeza de los hinchas de Huracán, que sufrían mirando el partido por televisión en su propia cancha. No alcanza con ver la alegría del triunfador, además es necesario contemplar la desgracia ajena.

- La organización del encuentro tampoco fue un ejemplo digno de ser enseñado en las facultades. Dirigentes, hinchas, periodistas y demás ingresaron al campo de juego al final del partido para estar en primera fila en los festejos. El diario Olé reveló que hasta lo capos de la barra de Vélez habrían tenido una participación activa en la celebración. Tanto que hasta habrían subido al micro con los jugadores. El juego estuvo detenido más de 5 minutos después del gol de Moralez porque las pelotas desaparecieron. Los jugadores de Vélez fueron atacados por sus hinchas, que invadieron el campo de juego al final y les robaron las camisetas y casi todo lo que tenían puesto. Recibieron el trofeo de campeón en calzoncillos.

- Para el final está el campeón Vélez, que fue superior el domingo y ganó el partido que había que ganar. Fue un justo campeón. Ganó un torneo de equipos que intentaron jugar, como el mismo Vélez, Huracán, Lanús, Colón, Estudiantes, Godoy Cruz. En medio de tanto caos y desorden, el fútbol argentino nos muestra que aún vale la pena seguirlo de cerca cada domingo.

3 comentarios:

  1. Es la reseña de un fútbol al cual han transformado en miserable, como dijo Cappa.
    Pero siempre hay una luz al final del camino, por eso lo continuamos siguiendo.

    ResponderEliminar
  2. Es verdad que todo lo que rodeó al partido fue malo, pero que el partido fue dramático y se vivió como una final, no hay dudas. Cuando empezó a granizar me acordé de las películas que en las finales hay todo un clima y gana el bueno. Acá no fue así, pero la escenografía fue de diez.

    Un saludo,

    ResponderEliminar