Balance de otro año de fútbol violento

Se encontraron casualmente el 7 de febrero de 2003, a las 14.20, en el Arco del Desaguadero, en Mendoza. Ese día, River y Boca jugaban un superclásico de verano preparatorio para el Torneo Clausura que empezaría pocos días después. La barra de River llegó primera al lugar y se detuvo en un pequeño supermercado a esperar a algunos micros con hinchas que venían retrasados. En ese momento, llegó la barra de Boca, que también viajaba a presenciar el partido. Los xeneizes también decidieron esperar a algunos compañeros. Las versiones de los hechos son disímiles, pero coinciden en que Rafael Di Zeo, capo de la hinchada de Boca, y Adrián Rousseau y Alan Schlenker, líderes del grupo de River, estuvieron a punto de trenzarse en una palea mano a mano. Sería allí, en el medio de una ruta argentina, cara a cara, franqueados por sus seguidores. Pero alguno de los barras no quiso y el duelo quedó para otra oportunidad. La historia de aquel encuentro aparece en el libro “La Doce”, del periodista Gustavo Grabia.

A casi siete años de aquellos hechos, la vida de Di Zeo, Schlenker y Rousseau ha cambiado. El hincha de Boca pasa sus días en prisión desde marzo de 2007, purgando una condena de cuatro años y tres meses por atacar a los hinchas de Chacarita en marzo de 1999. En estas horas, un juez decidirá si lo autoriza a salir transitoriamente. Schlenker también pasó buena parte de este año que termina tras las rejas. Alan y su hermano William están acusados de homicidio premeditado por la muerte del hincha de River Gonzalo Acro en agosto de 2007. En noviembre pasado, los hermanos Schlenker pagaron una caución de 150 mil pesos y recuperaron su libertad. Así esperarán el juicio por la muerte de Acro, que probablemente se lleve a cabo en el segundo semestre del año próximo. Rousseau, su antiguo ladero al mando de la barra, intenta hoy recuperar protagonismo al interior de la hinchada, tras haber apoyado en las últimas elecciones al nuevo presidente de River Daniel Passarella.

El antropólogo José Garriga Zucal escribió en un artículo reciente: “Las leyes persiguen la violencia en el fútbol -sólo un tipo de violencia en el fútbol, la de las barras bravas- y logran que muchos de esos violentos sean detenidos, pero no pueden cambiar los valores legítimos que tiene la violencia entre sus actores. Las formas culturales que sustentan la violencia en el fútbol no pierden su legitimidad por ser ilegales. Para ejemplificar, no podemos dejar de mencionar que la cúpula de la ´barra brava´ de River y de Boca están presos (parece que las leyes funcionan), pero no se puede lograr que otras doscientas personas quieran ocupar el lugar vacante de esos líderes”. Trabajar en la prevención de delitos, algo que las autoridades no han hecho aún con mucho empeño, y capacitar a los policías que custodian los espectáculos deportivos pueden ser medidas interesantes para avanzar en la lucha contra la violencia en los estadios.

Mientras las noticias sobre el fútbol argentino muchas veces se desplazan a las páginas policiales y judiciales de los diarios, la violencia del fútbol local se cobró 8 víctimas fatales a lo largo de 2009. La particularidad de estos casos es que al menos 6 de ellos tenían al momento de su muerte, o habían tenido en tiempos pasados, un importante protagonismo en la barra de sus equipos y fueron asesinados por simpatizantes de su mismo club. Varios de los hinchas fueron atacados incluso en días que no había partido y en plena calle. Los negocios que manejan las barras bravas en la Argentina y el dinero que generan a diario han tenido como consecuencia un aumento considerable de los enfrentamientos internos de las hinchadas, donde distintos grupos buscan sacar una porción mayor de dinero. Un interesante informe de Salvemos al fútbol demuestra como estos tipos de enfrentamientos seguidos de muerte no tenían lugar hace 25 años, donde los hinchas se peleaban contra colegas que seguían a otros equipos. Hoy, la lucha entre simpatizantes de un mismo equipo es la principal causa de muerte en el fútbol argentino.

“Se da –agrega Garriga Zucal- un desplazamiento sumamente peligroso: se reduce la violencia en el fútbol sólo sobre las acciones de las denominadas ´barras bravas´. Parece que los únicos que tienen acciones violentas en el fútbol son estos grupos organizados de hinchas”. Violencia también son los insultos de los hinchas, las avalanchas, los escupitajos, los golpes de los policías, las amenazas, las apretadas a jugadores y técnicos, los cánticos agraviantes, todo eso que sucede dentro y fuera del estadios, en días de partidos y en días que no los hay. Sin embargo, la violencia aparece en primer plano en los medios masivos cuando se produce una muerte, pero como goteo se suceden enfrentamientos entre hinchas de un mismo equipo, de clubes rivales, con la policía, cerca y lejos de las canchas. Son hechos que no dejan muertos, a veces ni siquiera detenidos, pero que están ahí, incrustados en el presente del fútbol argentino. Mientras tanto, las autoridades persiguen, encarcelan, o al menos lo intentan, pero no trabajan para cambiar los valores imperantes, que legitiman la violencia que aparece al por mayor cada vez que se juega un partido. Así, dentro de 12 meses podremos seguir describiendo el mismo panorama.

1 comentario:

  1. Buenas!

    Me gusto mucho el informe. Con buenos aportes y testimonios reveladores.
    La violencia es un tema recurrente en nuestro fútbol y va a ser muy difícil erradicarla definitivamente. Como bien marcás en el post, existen demasiados intereses de por medio como para ver una solución a corto plazo.
    De todos modos quedarse con este concepto es un tanto simplista. Existen medidas que podemos llevar adelante para apaciguar la violencia. Algunas ya se están llevando a cabo.

    Saludos!

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