Barcelona campeón: un nuevo título para un maravilloso equipo

Un festejo ante el Levante
Consagrarse sin jugar parece un falta de respecto para este Barcelona que hay hecho del juego propio su sello de identificación. Los futbolistas celebraron una nueva liga en los cuartos de hotel, gracias al empate del Real Madrid ante el Espanyol. Este nuevo trofeo se muestra más como un consuelo, en medio de un equipo que se ha despedido de la Champions League con una contundente derrota ante al Bayern Múnich y tampoco estará presente en la próxima definición de la Copa del Rey. Pero lejos de aquello, es un nuevo premio para un equipo vigente, que con su estilo propio sigue escribiendo la historia del fútbol.

Quizás lo mejor de este título de liga de Barcelona haya pasado hace ya casi 6 meses, en un partido casi olvidado. Sucedió el pasado 25 noviembre, en el estadio Ciutat de València, en el encuentro ante el Levante. Aquel día, el Barcelona ganó como siempre: 4 a 0. Pero aquel día pasó a la historia porque, por primera vez en su historia, el Barcelona alineó a 11 jugadores de La Masia. El hecho ocurrio durante el segundo tiempo del partido, con el ingreso de Martín Montoya.

Tito Vilanova fue el entrenador que logró la gesta de  formar un equipo con 11 jugadores canteranos, pero aquellos pocos minutos fueron la síntesis de un proceso que comenzó con Johan Cruyff, a fin de la década de 1980, y tuvo 20 años después, con Pep Guardiola, un virtuoso capaz de continuar el trabajo, profundizar el modelo y convertir la clase de su fútbol en trofeos gloriosos.

Este fin de semana, el Barcelona festejó su 22º título de su historia. Paradójicamente, la consagración del Barcelona aparece más como un consuelo que como el máximo premio que otorga el fútbol español. Como el fin de un ciclo más que un augurioso provenir. Como si la falta de dinámica, la menor velocidad y las menores respuestas que mostró el equipo en la semifinal de la Champions League ante el Bayern ocuparan el centro de la escena.

Bajo el prisma de las versiones anteriores, el Barcelona versión 2012/13 luce cansado y menos preciso. Le cuesta más penetrar a las defensas, llegar franco sobre el arco rival, marcar goles. En esta temporada, fue eliminado claramente por el Madrid en la Copa del Rey y por el equipo alemán en la Champions. Y aun así, se lleva un nuevo título a falta de 4 jornadas. Era tanto lo que este equipo tenía para dar, tanto fútbol tiene en su mochila, tan arraigado tiene a su estilo que así y todo pudo festejar otra vez.

Porque este Barcelona de Cruyff, Guardiola y Vilanova es la síntesis de lo antiguo y lo moderno. Hizo un culto de la pelota al piso, del pase al compañero, pero también de la dinámica y la velocidad combinadas con la precisión, de los movimientos sincronizados, de la práctica y de la improvisación. Sus triunfos y su vigencia son más triunfos porque surgieron desde una idea contracultural, que amó la pelota cuando muchos la despreciaban, que abrazó la belleza cuando los que colocaban al músculo y el rigor físico en la base del juego eran mayoría.

Además, los del Barcleona no son triunfos sencillos. Son victorias trabajadas, movimientos ejercitados, formas aprendidas a lo largo de los años, ejecutadas por futbolistas estelares que tomaron lo mejor de La Masía y lo expusieron en el máximo nivel. El Barcelona se integró al modelo del fútbol espectacularizado pero desde los valores más puros del deporte, con la voluntad de devolverle su costado lúdico combinado con la ambición de belleza. Eso se transformó en un cóctel que atrapó a millones, que los hizo fanáticos de un equipo que en muchos casos estaba kilómetros de distancia.

El Barcelona probablemente sufrirá cambios de nombres. Como ya ha cambiado desde que comenzó este ciclo en 2009. Cambió jugadores, posiciones, estrategias, pero siempre dejó en el césped su propuesta. Y quedará ahí, en la memoria de los amantes del buen juego, que encontraron en este Barcelona la mejor razón para amar este maravilloso deporte

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