El circuito de la Fórmula 1 en Bahréin |
“Me siento muy incómodo por ir a Bahréin. Siendo honestos, la única manera de que la carrera pudiera celebrarse sin incidentes sería colocando a un ejército bloqueando el circuito, y creo que eso sería inaceptable tanto para la F1 como para el país”. Hace pocos días, el diario español El País recogía estas declaraciones de un miembro de los 12 equipos que participan del campeonato mundial. Ha pasado más de un año del inicio del problema y el mundo de la Fórmula 1 aún no ha encontrado una solución. El 13 de marzo de 2011, los autos debían comenzar la temporada en en el país del Golfo Pérsico, sede de la primera jornada. En aquel entonces, la revuelta popular obligó a suspender la carrera.
Tras diversas postergaciones, para disgusto de muchos, el próximo fin de semana es el momento elegido para la vuelta de las máquinas al país de la península arábiga, aunque el evento no está exento de temores. La Federación Internacional del Automóvil (FIA) ratificó la prueba y el lugar, pero, a tres días del inicio de las pruebas, ni pilotos, ni promotores, ni los dueños de los equipos parecen convencidos de trasladarse hasta el emirato, por miedo a que el circuito sea invadido por las protestas. Desde 2004, la prueba se disputa en medio de un fastuoso despliegue y sirve como fetiche de la familia real, que paga 29 millones de euros al año para recibir la carrera.
El Emirato
Bahréin es un país del Golfo Pérsico, con más de 700 mil habitantes, donde una dinastía suní, la etnia minoritaria del lugar, gobierna a una mayoría chií, postergada socialmente.
Tras un intento de apertura democrática, el emir se proclamó rey en febrero de 2002 y promulgó una constitución que establecía una Asamblea Nacional bicameral con 40 miembros elegidos y 40 nombrados por el rey. Estos cambios fueron acompañados de una serie de decretos reales que limitaban las libertades políticas.
Las protestas populares en Bahréin |
Las persecuciones
La F1 no ha sido el único ámbito del deporte golpeado por las revueltas. El poder real, con su brutalidad e impunidad, atacó directamente a los rebeldes, que sufrieron en carne propias abusos y vejaciones.
Al’a Hubail, figura estelar de la selección de fútbol, se sumó a los manifestantes antigubernamentales en 2011. Días más tarde, fue detenido por el ejército. Casi 200 deportistas, en su mayoría chiitas, fueron perseguidos y encarcelados. Informes internacionales concluyeron que muchos detenidos sufrieron abusos sistemáticos durante la represión.
El arquero del Tareq al-Fursani y basquetbolista Hassan al-Dirazi fueron condenados a un año de prisión por participar en las protestas. Otro jugador de la selección nacional de fútbol, el defensa Sayed Mohamed Adnan, huyó a Australia, donde se unió al Brisbane Roar después de haber pasado tres meses en la cárcel, donde recibió golpes y torturas.
En diciembre pasado, la agencia estatal de noticias de Bahréin informó que se habían retirado los cargos contra losdeportistas que se habían sumado a las protestas. Pero los reclamos por una monarquía parlamentaria y mayores derechos civiles no se han acallado. Bien lo sabe la Fórmula 1, que llevará su gran circo a Bahréin, con el temor de vivir de cerca la lucha por la justicia.
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