Ante la falta de quórum para este modelo, se elevó otra propuesta, que proponía un esquema de 22 equipos, sin promociones, con promedios y tres descensos por año. Finalmente, en mayo pasado se aprobó un torneo con un sistema mixto entre torneos cortos de 19 fechas y uno largo de 38. Se rebautizaron los torneos semestrales como Inicial y Final, con 20 equipos, y se mantuvieron los tres descensos, por promedio y sin promociones. Los ganadores de los dos torneos se enfrentarían en una final para decidir el campeón.
Pero la historia incluía un último capítulo. Finalmente, hace pocos días, a menos de una semana del comienzo del torneo oficial, el Comité Ejecutivo de la Asociación del Fútbol Argentino acordó reconocer como campeones a los ganadores del torneo Inicial y Final de Primera División, más un "Supercampeón" que surgirá del partido entre los dos vencedores.
Los cambios que necesita el futbol argentino decididamente son más profundos que la restructuración de sus campeonatos. Finalmente, los cambios son insignificantes, pero las marchas y contramarchas exponen los procedimientos obsoletos y la falta de planes concretos para elegir la mejor opción. Muchos equipos no querían un torneo largo para tener más posibilidades de salir campeones. Es más fácil celebrar en 19 fechas que en 38. Ese fue el criterio que prevaleció para tomar la decisión final.
Más allá de las discusiones de escritorio, los antecedentes deportivos no son alentadores. Arsenal, el último campeón, se consagró con 38 puntos. Newell´s, ganador en 2004 con 36 unidades, fue el único vencedor de un torneo corto con menos puntos que el consagrado Arsenal. El campeón anotó sólo 30 goles en 19 partidos. Once equipos sobre 20 cambiaron a sus entrenadores en el último campeonato, en tan solo 19 fechas, lo que iguala el récord negativo del Apertura 2007. Las estadísticas actúan como símbolo del pobre espectáculo futbolístico que se ve diariamente en los estadios argentinos.
Pero lo números rojos no se ven sólo sobre el césped. Los clubes argentinos deben más 1300 millones de pesos, entre los se suman 542 millones a la Asociación del Fútbol Argentino y 275 millones a la AFIP, el ente oficial que recauda los impuestos. Mientras tanto, el estado pagará 825 millones de pesos por los derechos televisivos, para que los partidos se vean gratis por todo el país. Recientemente, el Banco Nación, otro organismo del estado argentino, aprobó un préstamo de 230 millones para los clubes, que cobran del estado por una ventanilla y cancelan sus impuestos adeudados con ese dinero. Reciben y pagan en el mismo lugar.
En la última reunión del Comité Ejecutivo de la AFA, el presidente Julio Grondona sugirió controlar el gasto, ante la atenta mirada del senador oficialista y presidente de Quilmes Aníbal Fernández. Pero poco pasará. El descontrol presupuestario no merece castigo y se solapa con préstamos de la Asociación, de los bancos estatales o con concursos de acreedores.
Mientras tanto, las instituciones sólo equilibran su presupuesto con transferencias al exterior, aunque en este libro de pases quedó claro la crisis mundial ha mermado el dinero foráneo. Sólo Patricio Rodríguez (de Independiente a Santos, en 4 millones de dólares) Juan Manuel Martínez (de Vélez a Corinthians, a cambio de 3 millones por el 50 %) Giovanni Moreno (de Racing a China por 10 millones, aunque el club argentina tenía sólo una porción del pase), Juan Insaurralde (de Boca al Spartak de Moscú en 4 millones) fueron traspasados al exterior por dineros considerables.
En estas últimas semanas, los contratos de todos los futbolistas fueron trasladados a pesos argentinos y los vínculos privados entre clubes y jugadores deberán ser presentados en AFA. Muchas veces, la solución para comprar nuevos valores aparece desde el capital privado, pero aprobantes rara vez muestran su verdadera cara. Llegan como mesías para clubes, que sólo desean contar con dinero para adquirir jugadores y hacer buenas campañas.
Sin embargo, las mayores discusiones no pasan por lo temas de fondo, sino por los éxtios deportivos urgentes. Ganar partidos, pelear arriba, evitar el descenso, los insultos, la violencia en las tribunas propias, cualquier medio parece posible para alcanzar tales objetivos. Las marchas y contramarchas en la reorganización de los torneos se inscribe en esa lógica: llegar al éxito con el camino más corto.
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